la serrezuela

el paisaje

Las calizas turonenses constituyen el sustrato sobre el que se asienta la Serrezuela. Hoces, páramos, labrantíos, montes, se prodigan y entrelazan en una sucesión continúa.

La extremada continentalidad del clima mediterráneo en este territorio ha provocado la existencia de una vegetación básicamente esteparia. En los fondos de valle se experimenta un contrate con la presencia de sotos fluviales que forman bosques de galería al amparo de las corrientes de agua que los surcan. Ahí abundan sauces, chopos, álamos, alisos, fresnos, …

Peñacuerno, con una altitud de 1.380 metros de altitud es el punto más elevado de la Serrezuela. Desde este lugar y en todas las direcciones de los puntos cardinales las corrientes de agua se dirigen a los ríos Duratón, Riaza y Duero.

La escasa productividad agraria del suelo y su carácter predominantemente agreste ha favorecido que la vegetación autóctona perviva, conservándose en el entorno importantes masas autóctonas.

Entre la vegetación arbórea destaca la presencia de la sabina albar, aquí llamada enebro por la población local, considerado relicto por representar el testimonio de un paisaje vegetal que dominó o fue frecuente hace millones de años. Un ejemplo de conservación de la vegetación lo encontramos en el entorno de la ermita de Hornuez donde, además, también encontramos enebros (aquí llamados jabinos), encinas, robles, junto con ejemplares de pino laricio y negral que constituyen lo más notable del arbolado.

La encina ha ido desplazando a la sabina albar en aquellos lugares donde los suelos son más profundos e incluso ambas especies compiten en algunos lugares de la comarca. La encina puede sobrevivir una vez alcanzados los 900 metros de altitud; aunque en estos casos presenta un porte menor y no se desarrolla más allá de su etapa arbustiva, es la llamada carrasca, que comparte terreno con el enebro común y una multiflora arbustiva y herbácea, muy aromática formada por espliegos, ajedreas, tomillos y aulagas.

En los campos abiertos, fruto de la acción humana, hacen acto de presencia las gramíneas (cebada y trigo principalmente) y el viñedo. En los fondos de los valles, al amparo de su frescura, permanecen como vestigios el cultivo de hortalizas en pequeños huertos familiares.

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