Valdevarnés es un pequeño pueblo de no más de 50 habitantes del noreste de Segovia, a 5 kilómetros de Campo de San Pedro del cual es pedanía. Se encuentra en una zona de incomparable belleza natural y paisajística, cuyos cielos son surcados a diario por algunas de las últimas grandes rapaces de Europa.
Valdevarnés se sitúa en un valle, en el centro de este valle sobre un cerro se emplaza la iglesia parroquial de San Cristóbal, templo románico de una sola nave. En la ladera orientada a la solana se hallan las casas de piedra y en la falda norte y oeste del cerro se encuentra la presencia de numerosas bodegas-cuevas atestiguando que Valdevarnés fue pueblo de vino.
Valdevarnés, es lugar dependiente del ayuntamiento de Campo de San Pedro desde principios de la década de los setenta junto con el pueblo aledaño de Fuentemizarra.
Las fiestas de la peña de “Los Comuneros” de Valdevarnés se celebran en la fecha que se conviene el año anterior en la reunión anual de los socios. Se suele celebrar para que coincida con el puente de mayo.
La composición de las fiestas varía de año en año, ya que el puente no cae siempre igual, aunque en esencia no varía, ya que el acto central consiste en una gran comida de hermandad en la plaza del pueblo, donde se da cuenta del mejor lechazo castellano. Así pues, la composición normal de las fiestas es la siguiente:
El sábado por la tarde (en ocasiones el domingo) se celebra el certamen de dulzainas en la plaza de la ermita. El certamen que lleva ya 6 ediciones, trata de ser un impulso a la propagación de la cultura tradicional, del folklore y de la conservación de la cultura tradicional en el que actúan varios grupos venidos de todas partes de España, y tras él se hace una gran parrillada a cuenta de la peña para cenar, de la que disfrutan tanto los músicos como toda la gente asistente. Tras esto, comienza la orquesta en la plaza mayor hasta la madrugada, que se traslada la fiesta a la peña donde se disfruta de música de todo tipo.
El domingo todo el pueblo se viste con la tradicional camiseta morada y amarilla de la peña “Los Comuneros”. Tras la celebración de la misa y el vermut amenizado con un grupo de dulzaineros que se alarga exactamente hasta el momento en el que llega el asador de corderos con su camión al pueblo y comienza la gran comida de la peña, en la que todo el pueblo come junto; la comida consiste en cordero asado como plato principal y ensalada, fruta, café, copa y puro, y todo ello por un muy módico precio, a elegir por el consumidor, eso sí, con un precio mínimo.
Esa misma tarde se celebra el juego de la chita, un juego tradicional de la zona, en el que participa todo el pueblo, que consiste en tirar la tana (un palo de madera) situado a varios metros de distancia con unas placas de metal en forma de moneda, aunque mucho más grandes y pesadas.
Sobre un cerro horadado de bodegas-cueva se levanta la iglesia parroquial de san Cristóbal, construida en época románica y que conservaba unas arquerías de la misma época. Dentro del templo también se puede admirar el retablo mayor tardomanierista con pinturas de Gabriel de Sosa. Dentro del tesoro sacro del templo también sobresale un Lignum Crucis de plata sobredorada que fue regalado en 1621 por el concejo de este lugar a su iglesia parroquial. La ermita de Nuestra Señora de la Esperanza, termina del conformar el patrimonio monumental de este pequeño lugar segoviano. En los entornos del río Valdevarnés se localiza el espacio natural de la Hoz de Valdevarnés.
En la plaza del pueblo, un antiquísimo pilón semicircular adorna este espacio.
Emplazada en un cerro y rodeada de magníficas vistas, la iglesia de San Cristóbal de Valdevarnés es un templo románico de una sola nave y cabecera en forma de ábside. También de esta época conserva el pórtico, con los arcos cegados. Son muy interesantes las pinturas clasicistas(s.XVI) de Gabriel de Sosa.
El pórtico, adosado en el lado sur, fue construido con sillería. La cornisa de piedra se apoya en canecillos, alguno de los cuales se decora con “rollos”, uno de los motivos más antiguos del repertorio románico de la comarca. Conserva una puerta a cuyos lados se disponen dos arcos de medio punto.
Se accede a la nave desde dentro del pórtico, a través de una sencilla puerta con arco de medio punto. Este muro sur es de sillería y tuvo otra puerta hacia los pies de la nave. La nave se cubría con cubierta de madera. Tras su derrumbe, hace unos cuarenta años se construyó la actual bóveda de medio cañón. Al fondo de la nave se levanta el coro y bajo él se encuentra el baptisterio con su pila bautismal románica en forma de cáliz de flor. También se conservan bajo el coro los cortinajes que se usaban para tapar los retablos durante la Semana Santa. Junto a la cabecera se dispone el retablo barroco de la Virgen del Rosario, que aparece en una hornacina flanqueada por estípites. Al otro lado, encontramos un pequeño retablo clasicista con la figura de Santiago Matamoros.
La cabecera arranca en un arco triunfal mal planteado que descansa sobre ábacos, capiteles y columnas completamente encalados. Los ábacos originan una imposta que recorre toda la cabecera, separando muros y bóvedas. El tramo recto del presbiterio se cubre con bóveda de medio cañón y el ábside, con bóveda de horno. En el muro norte de tramo recto se dispone un arco apuntado ciego en el que se abrió una puerta para dar acceso a la sacristía. En el lado sur se abrió una ventana y adosó el púlpito. El retablo mayor es de estilo clasicista, fechable a finales del siglo XVI, aunque repintado siglos después.
Las pinturas se atribuyen a Gabriel de Sosa, pintor en activo en el último cuarto del siglo XVI, del que también se conservan obras en Campo de San Pedro y Maderuelo. De izquierda a derecha y de arriba abajo, los temas de los cuadros son: Santo Tomás Apóstol, San Antón, San Juan Evangelista, la imposición de la casulla a San Ildefonso, Santa Águeda y Santa Lucía, Y San Sebastián. En el segundo nivel, flanqueando la imagen de San Cristóbal, hay dos bajorrelieves de buena mano pero mal repintados que representan la adoración de los Reyes Magos y a San Mateo. En el remate, aparecen las figuras del Calvario.
La ermita de nuestra señora de la esperanza de Valdevarnés, situada dentro del caserío del pueblo, es un sencillo edificio de planta rectangular construido con muros de mampostería. Tiene la entrada a los pies de la nave, a través de una puerta dintelada. La espadaña es el elemento arquitectónico de mayor interés.
A pesar de la humildad de su arquitectura, la ermita de la Esperanza ha sido primorosamente restaurada. Como en otros pueblos de la comarca, las ermitas que se encuentran dentro del caserío han desplazado en el culto a las antiguas iglesias parroquiales cuando estas quedan más alejadas o con un acceso más difícil.
La ermita está orientada con la cabecera hacia el norte y la entrada al sur. El dintel de la puerta se despieza en grandes dovelas. En lo alto del muro sur se emplazó la espadaña, pequeña pero muy airosa. Consta de un paño en cuyo centro se abre un arco de medio punto donde se sitúa la campana, con su melena o yugo de madera labrada. Dos pináculos piramidales flanquean el arco, mientras que el remate es en forma de frontón curvo partido. En el centro del frontón se coloca un pináculo en forma de bola y la veleta.
El interior es muy austero. En el presbiterio se ha colocado una gran cruz de madera. A sus lados se abren dos hornacinas de ladrillo, una de ellas para el sagrario. La imagen de Nuestra Señora de la Esperanza se sitúa a un lado, sobre una columna de piedra rosa. Aparece coronada y vestida con un manto de color verde bordado en oro.
Siendo la Esperanza, junto a la Fe y la Caridad, una de las virtudes teologales, la devoción a María bajo esta advocación es muy antigua. Así, en el décimo Concilio de Toledo, celebrado en el año 656 y presidido por el obispo San Eugenio, se estableció su fiesta bajo el nombre de Expectación del Parto. Mucho más recientemente, el Concilio Vaticano II proclamó a la Virgen María signo de Esperanza que precede con su luz al pueblo de Dios.
Fue Valdevarnés pueblo de vino, como atestigua la presencia de bodegas abiertas en la falda del cerro que preside el caserío. Aunque hay bocas que han sido reconstruidas, se conservan algunas de las tradicionales en buen estado, con sus puertas de madera enmarcadas por grandes jambas y dinteles de piedra.
En el “Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico” de Madoz (1.845-1.850), podemos leer en la descripción del término:”Comprende un monte de encina llamado Carrascosa, y algún viñedo”. Y al hablar de la producción de ese mismo término recoge:”trigo, cebada, centeno, avena, yerba y algo de vino”. Queda claro que el pueblo nunca mantuvo una gran producción, aunque su crianza está fuertemente presente en sus raíces.
Valdevarnés llegó a contar con al menos seis lagares, ya en ruinas o desaparecidos, de los que sólo uno conserva las pilas. Los lagares eran los edificios destinados a obtener el zumo de la uva o mosto. Para ello, la uva era transportada hasta aquí en cestos con capacidad entre cinco y siete arrobas(de sesenta a ochenta kilos).
Una vez en el lagar se introducía en la pila superior, la más grande, donde era pisada por ocho o nueve hombres. Posteriormente era prensada con un sistema de palanca. La presión se ejercía sobre tablones y maderos que se colocaban encima de la uva. Sobres estos apretaba la viga que iba presionando sobre la piedra, el pilón, mediante un tornillo de madera, el husillo.
Generalmente los lagares eran de propiedad compartida. Se construían entre varios vecinos y cada uno tenía una participación proporcional a lo que aportaba. Esta propiedad se cuantificaba en cestos y cada propietario sólo podía llevar al lagar el número de cestos que le correspondía. Prensaba la uva se entregaba una cántara de mosto(16 litros) por cada dos arrobas de uva. El mosto era llevado a la bodega y se depositaba en cubas para su fermentación y solera.
Como en otros pueblos productores de vino de la comarca, las bodegas de Valdevarnés son subterráneas. La parte que queda fuera es la “boca”, construida en piedra y con puertas de madera. Las galerías descienden hacia el interior de la bodega donde suele haber varias estancias para albergar las cubas. En algunos lugares de Castilla estas estancias se conocen como “sisas”. También son frecuentes los respiraderos excavados en vertical hasta alcanzar el exterior.
En esta localidad se encuentra la casa rural “La Cepa”. De alquiler íntegro con capacidad para 7 personas distribuidas en 3 habitaciones todas con baño completo. Cocina completamente equipada y un espacioso salón comedor. Con jardín y barbacoa.
También se ubican las casas rurales “La Hacendera”. Está compuesta por dos casas anexas (Casa El Enebro Y Casa Las Golondrinas) ideales para estancias familiares o grupo de amigos con capacidad desde 10 personas hasta 20 personas si quieres disfrutar de ambas casas.
SOPA CASTELLANA
Ingredientes: Media barra de Pan del día anterior, 300 g de Jamón serrano en taquitos, 3 cc de pimentón dulce, 1.5 l de caldo de verduras (o agua), 60 ml de aceite de oliva virgen extra, 2 huevos, 5 dientes de ajoy sal.
Modo de prepararlo: Ponemos a calentar el caldo.
Cortamos el pan en rebanadas finas y las tostamos sin aceite en una sartén antiadherente. Las reservamos cerca del calor.
Aparte, en una olla honda, freímos los ajos pelados y cortados en láminas con el aceite de oliva.
A continuación, añadimos los tacos de jamón.
Agregamos el pimentón (con cuidado de que no se queme) e, inmediatamente después, el caldo caliente. Hervimos todo unos 5 minutos y añadimos el pan tostado.
Cocinamos a fuego bajo hasta que el pan se ablande.
Incorporamos, ya fuera del fuego los huevos, dejándolos caer en la sopa en forma de hilillo, sin parar de mover con una cuchara de madera para que se distribuya bien por toda la sopa.
Probamos y sazonamos al gusto. Servimos muy caliente en cuencos o en platos hondos.
Valdevarnés es un pueblo de tantos que en la comarca ha sufrido cruelmente el azote de la despoblación. Ello no ha impedido que conserve unos vestigios del pasado que le confieren un encanto especial. Sus antiguos caserones de piedra rehabilitados han permitido que se mantenga esa elegancia rural que caracteriza a la localidad. El pueblo ha experimentado un ínfimo crecimiento de su casco urbano histórico y las nuevas construcciones se han adaptado plenamente a la tipología tradicional. Conserva su entramado urbano en un exquisito estado de mantenimiento y sus calles y callejuelas configuran un laberinto urbanístico digno de ser recorrido.
El pueblo se asienta en el ensanchamiento de un valle que tiene su origen en Moral de Hornuez y desemboca en el embalse de Linares, ya en Maderuelo. En el centro de este ensanche un cerro sostiene la inmensa mole de la iglesia parroquial bajo la advocación de San Cristóbal. Este templo de origen románico de finales del siglo XI o principios del XII ha sufrido escasas modificaciones desde su origen y conserva una antiquísima pila bautismal y bajo el retablo principal que cubre el ábside mantiene sencillos trazos de pinturas románicas de un humilde primitivismo. En la segunda mitad del siglo XVI el retablista segoviano Gabriel de Sosa compone el retablo principal. Es una obra de arte más de este artista que trabajó en los pueblos del entorno (Campo de San Pedro y Maderuelo, entre otros).
La falda de este cerro halla horadada de numerosas bodegas subterráneas, que denotan la importancia que tuvo en el pasado el viñedo. En la plaza, un antiquísimo pilón-abrevadero la impregna de un ambiente especial.
En el centro del pueblo la ermita dedicada a Ntra. Sra. de la Esperanza es un sencillo templo que en el siglo XVIII se levantó sobre un edificio anterior dedicado a granero; aunque existen indicios evidentes de que en tiempos pretéritos tuvo un uso religioso como atestiguan los restos hallados en las obras de restauración que se llevaron a cabo hace algo más de una veintena de años. Es enigmática su orientación al norte, lo que le confiere un carácter heterodoxo, por lo que bien podría haber sido centro de culto del arrianismo visigótico. La campana de su espadaña procede del arruinado templo de San Roque ubicado entre Valdevarnés y Fuentemizarra y que en el siglo XVIII dejo de prestar culto.
Valdevarnés y su término se sitúan en la falda de la Serrezuela de Pradales. Por ello varios barrancos calcáreos lo atraviesan en dirección oeste-este para desembocar en el río Riaza. Las llamadas hoces de Fuentemizarra y Valdevarnés configuran unos rincones únicos e inhóspitos en los que la soledad más absoluta se percibe. Es por ello que buitres, alimoches y otra multifauna rupícola han encontrado en ellas su hábitat ideal; pero además corzos, perdices, liebres, jabalíes, zorros, … son fáciles de encontrar en esos bucólicos paseos que las personas disfrutamos en por estos parajes tan singulares.
Un monte de encinas, robles y enebros puebla el norte del término ya en contacto directo con el espacio natural de las Hoces del río Riaza.
Anteriormente a la conquista romana de la península, Valdevarnés estaba poblado por la tribu celtibérica de los arévacos, cuyo territorio abarcaba el oeste de la provincia de Soria, el este de Segovia, el sur de Burgos y la parte norte de Guadalajara. Los arévacos fueron los pueblos que más heroicamente se resistieron a la conquista romana. Entre sus ciudades se encontraban Numancia y Termancia.
La presencia de romanos y visigodos en esta tierra es palpable por la importancia que adquirieron Duratón y Castiltierra, pueblos próximos a Valdevarnés, que nos han legado numerosos vestigios que todavía no han salido completamente a la luz, pero que sus necrópolis indican.
Cuando se produce la invasión musulmana, estas tierras dejan de tener importancia crucial tanto para los cristianos del norte como para los musulmanes de Al-Ándalus. En el año 940 es conquistada Sepúlveda por el conde castellano Fernán González, lo que indica que estas tierras comenzaron a estar dentro de los dominios del condado de Castilla. Sin embargo la reacción posterior de Almanzor dio lugar a un repliegue al norte del Duero de los castellanos.
Será ya en el sigo XI cuando se produzca la definitiva conquista de estas tierras por los castellanos. A partir de este siglo Valdevarnés está jurídicamente integrada en la Comunidad de Villa y Tierra de Maderuelo. Será entonces cuando pobladores procedentes del norte del Duero comiencen a asentarse definitivamente en Valdevarnés. El nombre del pueblo indica que el primero o principal poblador procedía de Navarra (el Bearn). Es decir Valdevarnés sería el “valle del bearnés”. En los documentos históricos que se conservan pertenecientes a los siglos XIII y XIV a nuestro pueblo se le denomina “Val de vernes”. Este origen vascón del nombre es plenamente razonable, al igual que ocurre con el vecino pueblo de Fuentemizarra (la fuente de Miça el viejo).
Desde entonces ha formado parte de la Comunidad de Villa y tierra de Maderuelo, aunque en los años 70 del pasado siglo pierde su condición de municipio independiente para incorporarse al de Campo de San Pedro.